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domingo, 19 de septiembre de 2010

Sevilla ya tiene una nueva Beata: Madre María de la Purísima

Artesacro. A las 11'00 horas de la mañana de ayer, el cardenal Ángelo Amato proclamaba en latín la beatificación de Madre María de la Purísima, ante la admiración y los aplausos de los más de 40.000 asistentes a la ceremonia.

El 18 de septiembre quedará prendado en las retinas de muchos de los que allí estuvimos el júbilo, la delicadeza y el bienestar que se respiraba en el inmenso estadio de la Cartuja que, a pesar de haberse repartido más de 65.000 invitaciones gratuitas, muchos fueron los sevillanos que no acudieron, dejando grandes huecos en gradas y sillas.

Quitando este detalle, las Hermanas de la Cruz se vieron arropadas por miles de fieles llegados de toda España e incluso de Argentina, además de multitud de miembros de la Iglesia entre prelados, sacerdotes y acólitos instituidos.

Magna la gran pintura de la beata realizada por Daniel Puch que era descubierta una vez que se leía la beatificación, pintura que también se vio desplegada en las gradas del estadio cubriendo la parte frente al Altar efímero montado para tal ocasión.

Entre los asistentes y en primera fila, Ana María Rodríguez Casado, la niña a la que se atribuye uno de los milagros de Madre María, que recibía allí su primera comunión.

Curiosamente, unas 60.000 personas acompañaron la ida de la Macarena hasta el Estadio Olímpico para presidir el Altar de la Coronación, cuya llegada fue otro de los momentos pletóricos del acto.

Religiosos como Amigo Vallejo, Rouco Varela y García Gasco; el prefecto de la Congregación de Santos, Ángelo Amato; el nuncio en España, Renzo Fratini; el presidente del PP-A, Javier Arenas y Zoido, la delegada de Fiestas Mayores de Sevilla, Rosa Mar Prieto, varios miembros de la junta superior del Consejo, además de varios delegados, o el Presidente de los Maestrantes de Sevilla estuvieron entre los asistentes.

Amato, en sus palabras, indicó que el Estadio de la Cartuja se había convertido en la nueva Catedral hispalense, abrazando a Monseñor Asenjo una vez leída la beatificación. Tras la larga Eucaristía y el final del culto, la Macarena puso de nuevo la nota musical al ser trasladada desde el altar, donde estuvo franqueada por la imagen de Santa Ángela y el cuadro de María Purísima, causando el regocijo entre los asistentes.

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