'El niño de San Lorenzo'

José Cretario. Aquella mujer entró en la Basílica el primer día del año como queriendo pasar desapercibida. Sería como el mediodía de una mañana lenta y perezosa. Llevaba un pañuelo anudado a la cabeza, unas gafas oscuras grandes y un sombrero; vestía un pantalón gris y una chaqueta para el frío. Su menuda figura se situó al filo de un banco; sacó un rosario del bolso y empezó a rezar. Quienes estaban a su alrededor no sabían si ese bisbiseo de oraciones era para pedir algo o para dar gracias. Él sí. Él lo sabe todo. Desde los pequeños males del alma con el que llegan los adolescentes enamorados, hasta estos males del cuerpo que colocan a sus pies quienes, desengañados de la ciencia, ponen a su disposición la vida. «Señor, lo que tú quieras».

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Aquella mujer del pañuelo podía estar recién salida del hospital o esperando para volver; el cáliz de amargura sería un recuerdo reciente o por contra el futuro inmediato. Tras aquellas grandes gafas oscuras se escondía el temor o quizá la esperanza. Muchos se quedaron mirándola. Olvidaron sus oraciones particulares - pedir por él o por ella, pedir por el trabajo o por que salga bien esta o aquella cosa- para clavar los ojos en los suyos y decirle, «Señor, no pierdas de vista a esta mujer» Y seguro que la atiende. Esa es la certeza de una ciudad que tiene al Gran Poder como la referencia más cercana de Dios. Por eso se arremolina a sus plantas cuando llegan los primeros días de enero.

Al Señor le gustan estos días de su quinario. Él también fue un niño al que los Magos le dejaron regalos. Le llegan recuerdos de su infancia galilea; de la ternura de su madre, de los tacos de madera que su padre le traía de la carpintería. Él también se levantó una mañana a descubrir esos pequeños tesoros que le dejaban en la mesa: «Jesús, han venido de nuevo los magos, como cuando naciste» Hoy 6 de enero este Varón de Dolores es un chaval ilusionado. Porque el Gran Poder también tiene memoria, seguro que a la mujer del pañuelo le ha querido dejar un regalo. El regalo de la vida. «Yo soy el camino, la verdad, y la vida».