Antonio García-Figueras Romero. El 8 de enero de 2002, la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Defensión nombró hermanos honorarios a los monjes cartujos, por la relación histórica tan trascendental que habían tenido con la Imagen del Santísimo Cristo de la Defensión.
El 23 de febrero de 2002, el por entonces Prior de la Cartuja, Don Pedro Moreno de la Coba, a iniciativa del Guardián de Capuchinos, Fr. Antonio Ruiz de Castroviejo Alba, autorizó por escrito a la Hermandad a incorporar como Titular de la Hermandad a San Bruno, fundador de la Orden Cartuja, por lo que hoy, día 6, festividad del Santo, celebraremos la eucaristía con las Hermanas de Belén en el Monasterio de la Cartuja a las 9.00 horas.
El 5 de octubre de 2003, el Obispo de la Diócesis, D. Juan del Río Martín, bendijo una imagen de San Bruno encargada a Nuria Guerra, que en la actualidad recibe culto en capuchinos.
San Bruno se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera y penitente, los monjes cartujos. Nació en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa Urbano II.
San Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.
San Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al atardecer.
Nunca comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año. Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el mundo. Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad.
Por aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero. Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento.
Murió el 6 de octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y su austeridad.
Ha querido Dios que otros hijos de San Bruno, la Familia Monástica de Belén y de la Asunción de la Virgen, continúen la labor espiritual de los monjes cartujos en el Monasterio.
La Cruz permanece mientras el mundo gira.
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