Beltrán Castell. Cada vez estamos más cerca de la Nochebuena, tiempo señalado con mayúsculas en el calendario de todos los que nos sentimos creyentes y cristianos.
En estas fechas, el Niño Jesús nace en nuestros corazones, en nuestra vida, en nuestro día a día, es decir, en nosotros mismos.
Son unas jornadas, tanto la de Nochebuena como la de Navidad, donde nos reunimos los seres más queridos en torno a una mesa ataviada con los manjares más suculentos, los caldos más selectos y las mejores de nuestras sonrisas.
Es tiempo de perdonar, de estar en familia y, por supuesto, de olvidar por unas horas la rutina diaria en la que estamos sumidos.
Pero de nada sirve la "fachada" de la buena mesa si no somos capaces de amueblar nuestro interior con los dones más exquisitos.
Creanme lo que les digo. Nos llevamos durante todo el año matando a ese que nació en un pesebre, a ese que vivió y murió por nosotros, a ese que es, sencillamente, el sentido de nuestra vida.
Si queremos que el Niño Jesús nazca dentro de nosotros, comencemos por no crucificarlo el mismo día 26 de Diciembre por la mañana.
¿Qué les quiero decir con estas lineas? Muy sencillo. Aprendamos a perdonar, a pedir perdón, a reconocer nuestros errores y a tragarnos ese orgullo que nos corroe poco a poco.
Se que alguien, al leer esto, podrá sentirse aludido, no me cabe la menor duda, pero todavía esa persona estará a tiempo de recapacitar para poder recibir al Niño Dios en su corazón.
Ojalá sea así.
lunes, 22 de diciembre de 2008
No lo matemos antes de nacer
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios :
Publicar un comentario