El Fiscal. La autoridad eclesiástica se ha agarrado a la literalidad de la carta de dimisión de Adolfo Arenas para librarse de lo que entiende como el origen del problema. Muestra así una vez más un profundo desconocimiento del funcionamiento de la institución cofradiera, a pesar de contar con un canónigo que convive con el cofraderío de San Gregorio casi como uno más. La Iglesia, que tiene en la figura de la dispensa el comodín idóneo para salir airosa de muchos entuertos, no ha querido esta vez dispensar al presidente del compromiso de irrevocabilidad asumido en la misiva.
El comunicado oficial del Arzobispado que oficializa la dimisión tiene la gelidez de un finiquito, el anonimato de quien no quiere hacerse responsable de la víctima y la ingratitud de quien es incapaz, al menos, de guardar una mínima cortesía y agradecer los servicios prestados por este veterano cofrade, aunque fuera por un mero formalismo de cara a la galería. Choca que una institución como la Iglesia católica, tan amante de medir los tiempos y tan cuidadosa de la liturgia, se despache a un presidente con una nota que tiene la misma calidez que una factura expedida para cumplir con el IVA. Ninguna.
Quizás la autoridad eclesiástica, tan puntillosa con todo lo que se publica sobre el Consejo y sus relaciones con el Arzobispado, crea que dejando ir a Arenas establece una suerte de puente de plata. Pero la jerarquía terminará entendiendo (no le queda otro remedio) que al campo de las cofradías no se le pueden colocar más vallas que las de color carmesí a la salida de los templos en Semana Santa. La información no la da o la quita ni un presidente, ni un consejero. La información se genera. Con Arenas y sin Arenas, verá Su Excelencia cómo siguen trascendiendo detalles de cuanto ocurre en un Consejo de Cofradías dividido, fracturado como los partidos políticos (El PSOE también ha tenido sus oficialistas y sus críticos), como los colegios profesionales (hasta cuatro candidaturas al decanato hubo en el Colegio de Abogados) y como otras entidades civiles (qué decir del espectáculo decadente del Ateneo con las hormigas blancas de casos judiciales archivados y reyes magos de quita y pon).
Querer controlar la información hasta un grado obsesivo y enojarse por la difusión de determinados detalles es estar abonado al fracaso y al sopitipando, respectivamente. Dejar marchar al presidente del Consejo no es una buena noticia para quien ejerce el gobierno de la Iglesia de Sevilla, sobre todo porque hace dos semanas el propio arzobispo anunció un vía crucis magno para celebrar el Año de la Fe. Tal vez los sucesos de esta semana demuestran que la familia cofradiera de San Gregorio estaba en crisis desde hace muchos años y, por lo tanto, no estaba el ambiente para piñatas. Pero por lo que se ve, nadie se lo debió avisar a monseñor Asenjo. O no quiso escuchar.
La caza de brujas por la filtración de las informaciones resulta pueril. Quizás se esperaba del Arzobispado un papel mucho más moderador en esta semana horribilis que se ha vivido en el Consejo de Cofradías. Y muy probablemente se haya evidenciado que la decadencia no sólo afecta a la Semana Santa, sino también a los despachos de la Plaza de la Virgen de los Reyes, donde se echa de menos la altura de miras, la capacidad negociadora, la habilidad para buscar afinidades y hasta la chispa en el trato personal de auténticos personajes que son ya historia de la Iglesia de Sevilla, como fueron Juan Garrido Mesa o Manuel Benigno García Vázquez.
Seguro que ellos hubieran templado los ánimos, hubieran sentado en una mesa a los protagonistas y hubieran actuado con la diligencia de un buen padre de familia. Así lo hizo Garrido cuando aunó voluntades para restaurar el Salvador y así lo hizo García Vázquez cuando promovió la paz entre el Arzobispado y el ramillete de hermandades afectadas por el decreto de instauración de la igualdad que recibieron en pleno verano. Lo del escueto comunicado de ayer resulta deplorable. Se ve que a los jovencitos que pueblan algunos despachos de la alta curia no les ha servido mucho eso de estudiar en Roma. Ahora bien, cómo saben lucir el clergyman… Divinos.
La diócesis de Sevilla está fuertemente marcada por más de 700 hermandades, a las que primero no se invita a la ceremonia de recepción del nuevo arzobispo, después se les acusa de “déficit de eclesialidad” cuando no aceptan llevar un paso a Madrid, posteriormente se les insta a organizar un tinglado con catorce imágenes a los dos minutos de haber prohibido un humilde vía crucis en Torreblanca y ahora se conecta el aire acondicionado en pleno invierno para darle todo el frío del mundo a quien se atrevió a reformar los estatutos y ganó en junio con un 77% de los votos. Así paga la Iglesia a quien bien le sirve. Arenas ha perdido la presidencia. Pero hay quien ha perdido mucho más. Muchísimo más.
http://blogs.grupojoly.com/el-fiscal/author/elfiscal/
0 comentarios :
Publicar un comentario