A Nuestra Madre y Señora del Traspaso
Antonio Jiménez. Quizás no salga Nuestra Madre y Señora del Traspaso bajo su palio la próxima "Noche de Jesús".
Así, a simple vista, puede tratarse de una noticia más, de tantas que arroja la actualidad cofrade; pero mirada con detenimiento, sobrecoge pensar en tal posibilidad. No quiero creer que el tiempo no se vuelva a parar como cada año en la penúltima 'chicotá', cuando la boca es esparto y los riñones están desechos.
Con Nuestra Señora del Traspaso ocurre, como dijo el compañero Andrés sobre Jesús Nazareno parafraseando aquello que dijeron de la 'Faraona'... "no canta, no baila, vayan a verlo". Si buscamos en su caminar la perfección no lo encontraremos pues en décimas de segundo puede ir cadenciosamente o incluso descomponerse. Alguien me dijo que es como ver al genial torero de Santiago torear, ya que se pasa del ensueño al desorden. Así ha sido siempre y que sea por mucho tiempo, que esta cofradía conserve su idiosincracia. ¿Acaso se le encuentra explicación a que el costado izquierdo vaya caído todos los años? Pues vaya usted a saber el por qué... o que no se coja con aquella u otra marcha... o ya me dirán que lógica tiene no existir eso que llaman "igualás", término sin acuñar en la Hermandad de Jesús...
Cuando el palio del Traspaso llega a la Alameda de Cristina, las fuerzas se duplican y los hombros se templan. No florece la sincronización; acorde de una marcha surge el sentimiento. No hay ensayos para llevarla: hay tradición familiar que nuestros mismos abuelos nos legaron. Se duerme en un cadencioso mecido, sin más. Surge algo distinto cuando se cuadra cara al público para entrar en su patio. Odisea de sus cargadores que cada "Noche de Jesús" se convierte en milagro de hombres curtidos que sacan fuerzas de su alma.
Por eso, no quiero creer que el próximo año falte ese momento en el que cerca de su patio el tiempo se detenga. No quiero creer que el sol que asoma por Santo Domingo no ilumine su cara justo al atravesar el dintel de la capilla. Un rostro que no se puede mirar sin sentir un escalofrío de los pies a la cabeza como dice la letra de la saeta...: "el que no llora al mirarte no tiene sangre en las venas".
A Nuestra Señora del Traspaso se le mira de forma especial cuando cárdeno el día cambia su cara. El sufrimiento de su expresión no puede ser más real. Ese rostro es divino y humano a la vez. Los daños de la imagen serán subsanados gracias al empeño y buen hacer de sus hermanos, pero si no la vemos en la calle, algo faltará en nuestro sentimiento nazareno.
¿Acaso imaginamos una mañana de Viernes Santo sin sentir la saeta que rasga el alma cuando Luis de Pacote para, templa y manda al aire siglos de tradición por seguiriyas?...: "...y hasta el solecito se había parao... pa verte, Traspaso..."
El palio del Traspaso es la reliquia de nuestro pasado que cada año nos transporta siglos atrás para ver cómo se ha conservado en sus raíces más arraigadas. Porque el peso no es carga; es cariño para llevarla. Esas grietas son las que padecen en su alma las madres que sufren por sus hijos. Los daños son reparables pero sin su salida, otras heridas no tendrán el bálsamo para sus hermanos cargadores.
miércoles, 27 de octubre de 2010
"Que el tiempo se vuelva a parar"
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