Comenzó el acto con una reivindicación silenciosa de la Banda Municipal de Música que interpretó, acto seguido, las marchas "Nuestra Señora de los Dolores", "Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono" y, tras la brillante e íntima presentación de Manuel Moure, la clásica "Soleá dame la mano". Y llegó el delirio. Antonio Moure, en el centro del escenario, como los grandes toreros en los medios de las plazas de toros, comenzaba su Pregón con un canto a Jerez y a los pregoneros que cantaron las maravillas de nuestra Semana Santa: "Aquí me tienes, Jerez. Rendido estoy a tus plantas. Por ti, hoy el pregonero se hace altar de la palabra."
Tras estos primeros versos, el público del Villamarta, puesto en pie, tributó la primera de las ovaciones cerradas al Pregonero.
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Antonio Moure hizo un recorrido por la nostalgia, recordando sus inicios en los medios de comunicación para, posteriormente, recitar unos bellos versos a la Rotonda de los Casinos: "Hubo un lugar una vez, con tanto duende y pellizco, que al llegar Semana Santa, hasta el mismo Jesucristo, soñaba llegar a él, entre claveles y lirios."
A continuación, se detuvo en las cofradías de vísperas y en las que llegan del extrarradio a la Carrera Oficial, dedicándole unos versos llenos de frescura a la Hermandad del Soberano Poder.
Y del Soberano Poder al Nazareno, a la que el pregonero denominó como "una cofradía de siglos, pero con un Evangelio actual, vivo, del siglo XXI."
Y del Nazareno, vuelta a la nostalgia. El Pregonero recordó su infancia lasaliana con unos sentidos versos a la Virgen de la Estrella. También habló de su barrio de San Mateo y del reencuentro milagroso de cada Martes Santo: "El barrio permanece impávido al paso del tiempo y se refugia en una rutina que se rompe sólo un día al año, es el día de los hijos pródigos, el Martes Santo."
Llegado a este punto, el Pregón entró en la fase más poética. Antonio nos habló, desgarradamente, de su fracaso como cristiano y lo hizo dedicándoles unos profundos versos a la Virgen de las Angustias: "Virgen del Humilladero, dime ¿qué nos ha pasado? Junto a ti lo veo muerto y es su muerte mi fracaso". Y de las Angustias a la Amargura: "En los Descalzos te espero, con la noche taciturna. Y cuando llegues a mí, tan celestemente pura, me uniré por siempre a ti. Ya perdido a la locura, de poder decir tu nombre, mientras miro a la alturas. Y le doy gracias al cielo, por regalarnos, no hay duda, a la que es Madre de Dios, Nuestra Madre, la Amargura."
Y continuó Antonio, tras intensas interrupciones por los aplausos, profundizando con temas de importante carga social. Habló, con maestría y elegancia, de la homosexualidad, del "amor a contramano". No obvió hablar de la caridad, aportando cifras escalofriantes de la situación de exclusión social en nuestra provincia.
De la caridad a la esperanza cristiana. A la Virgen de la Esperanza, primitiva Virgen de los Dolores, le dedicó un precioso romance: "Aquí me tienes Señora, Esperanza, Madre Nuestra, te traigo escrito un romance, con versos de primavera, nacidos de mis silencios, tras de mi túnica negra..."
También habló de los costaleros y de su experiencia bajo las trabajadoras, dejando unos emocionados versos dedicados al capataz Martín Gómez Moreno.
El Teatro Villamarta fue un clamor cuando Antonio se detuvo en el barrio de Santiago para hablarnos del Prendimiento: "Todo sangre y todo olivo, va cumpliendo ese Evangelio, de que el llanto es menos llanto, cuando viene el Prendimiento."
Y del Prendimiento a la Soledad, y de la Soledad al Cristo. Fuertes emociones, unas tras otras. Muchos pañuelos en el patio de butacas secaban las lágrimas de la emoción. Pero todavía hubo tiempo para más. El pregonero volvió al Convento de Santa Rita. Esta vez con la compañía de su hijo Antonio: "Cuando llegamos a casa, viene la bolsa vacía. No nos queda ni una pasta, ni una redonda rosquilla, sólo el recuerdo en Antonio, de aquella joven novicia. ¡Qué bien le supo su nombre, su Dulce Nombre María!"
Y el sentido de la túnica se hizo presente en el Pregón. La amargura del Pregonero quedó patente tras no haberla vestido el pasado año: "Por qué me dejaste allí, reo entre aquellos barrotes, en la nada y tras la nada, sin banderas y sin torres, que defender con mis llagas, revestidas de oraciones."
Las lágrimas continuaban aflorando dentro y fuera del Teatro. Hasta el cielo quiso llorar y, créanme, que lo hizo con fuerza cuando Antonio se dirigió a su madre: "Que no pase un sólo día, sin decirte que te quiero, y que el olvido me lleve, si me olvido de estos versos..."
Éxtasis pregonero. Emoción, emoción y emoción. El epílogo del Pregón se acercaba. Hubo, nuevamente, momentos para la melancolía y la nostalgia cuando comenzó a hablar de la Piedad: "Contigo se va Piedad, el último avemaría, la postrera chicotá, se van los últimos vivas."
Y llegó el final. Antonio se despidió del Villamarta recordando los versos iniciales de su Pregón de 1998: "¡Despierta Jerez, despierta! ¡Despierta de tu letargo!..."
Grande entre los Grandes.