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jueves, 27 de mayo de 2010

Carta del Hermano Mayor de la Hermandad de la Oración en el Huerto

José Manuel Medina Lechuga. Estimados hermanos:

Me voy a permitir dirigirme a todos vosotros de forma personal, disculpadme el atrevimiento.

No creáis que me resulta fácil como amigo personal de Pepe transmitiros este mensaje. No penséis que redacto unas líneas de estilo para calmar vuestro dolorido corazón. No intento tampoco buscar recurso que vengan a cumplir con este trámite sin más. No quiero, válgame Dios, hacerme notar, ni salir airoso y al paso de todo esto. Pero en realidad os digo que son en estos momentos tan duros cuando nosotros, los cristianos, debemos mantener la llama de la Fe más VIVA que nunca y aferrarnos a la ESPERANZA de la SALVACIÓN.

Sé que ahora os afloran a todos muchísimos recuerdos, como a mí. Sé que toda esa cuadrilla de costaleros del Señor, la actual y las anteriores, y sobre todo Manolo, Antonio y Sergio tienen presentes multitud de recuerdos que hacen aflorar con emoción y de forma incesante el dolor y la pena. Sé que todos vosotros hermanos, nazarenos o no, jóvenes y mayores, aún no podéis creer que Pepe no compartirá físicamente con nosotros las oraciones a nuestros Titulares como cada martes, allí donde se situaba, junto al confesionario de nuestra capilla. Tantas y tantas cosas, tantos recuerdos, que no hacen sino abrirnos la brecha abierta en el corazón, no dejándola cicatrizar. No os preocupéis, ahora ahondan en la llaga, mañana mantendrán vivo con regocijo su recuerdo.

Hermanos, sed fuertes y ahora, más que nunca, entregaros con fervor al AMOR a nuestros Titulares. Orad al Señor Orando en el Huerto que ya Pepe está en ese cortejo de la Gloria junto a tantos otros hermanos que fueron a recibirlo. Orad a Nuestra Madre de Confortación que él desde las Marismas Eternas nos guiará y cuidará en este camino de la vida, tan duro, intenso y efímero. Tened esperanza en el Señor que él estará cada martes en nuestras oraciones e intenciones, en cada acto, en cada ensayo, cada Jueves Santo, allí mismo donde ahora Pepe se sitúa, junto al Señor Orando en el Huerto y en nuestro maltrecho corazón.

Hermanos, a todos de corazón, un abrazo de su tamaño.

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