Marco Antonio Velo. El ciclo rociero que de un tiempo a esta parte vienen organizando el Grupo Romero Caballero y la Asociación Cultural ‘Toque de Alba’ apuesta por desgranar algunos episodios intrahistóricos no del todo conocidos o, cuanto menos, escasamente rescatados de la siempre brumosa amnesia colectiva.
Cabría preguntarse: ¿Por qué este ciclo –insistimos e incidimos- reporta una inédita e incluso inaudita originalidad en lo que enfoques temáticos se refiere? La respuesta bascula sobre una misma horizontalidad: el hecho diferencial de las sesiones rocieras que encuentran sede en la Escuela de Hostelería estriba en su diversidad: los actos abordan análisis teológicos –recuerden la ponencia de Miguel Ángel Jaén-, devocionales –tertulias protagonizadas por peregrinos-, poéticos-literarios –mesa redonda integrada por pregoneros- o, cómo no, musicales –aquella prodigiosa actuación a pecho descubierto de José Mari Núñez-.
Ayer jueves la memoria –en este caso como sinonimia de tributo colectivo- impuso su prelación. Su clasificación, su clasificatoria. Memoria como extracción sentimental con nombre propio y memoria como acto de justicia en el tiempo. Nos referimos a la mesa redonda cuyo epicentro sólo encontraba una misma cimentación biográfica, un mismo bastión, una misma remembranza, una misma exaltación nominal: Manuel Valderas Sevilla.
Rociero de pro –como en efecto y sucesivamente así le denominara, sobre el papel prensa, el recordado Manuel Liaño Pérez-, mentor de la Hermandad del Rocío de Jerez cuando entonces –aquellos años: tan lejos, tan cerca-, un devoto de la Blanca Paloma entregado incondicionalmente a la inagotable fontana de su fe. Manuel Valderas Sevilla, sí, un forjador de esencias en torno al Pastorcito Divino.
Sus hijos –Miguel, Antonio y Ramón Valderas- integraron una mesa redonda que enseguida expandió la veracidad de la nostalgia, los derrames de los tiempos idos, la cobertura descriptiva de una personalidad “cariñosa pero poco expresiva” que sin embargo “se transformaba” cuando comenzaba a hablar, a fundirse, a referirse, a mezclarse con la inmensidad y la universalidad –que en definitiva es particularidad- de la Virgen del Rocío.
Moderada con tino y profesionalidad por el periodista José Vegazo, la tertulia contó de principio con la animada coparticipación del público –especialmente de los Hermanos Mayores de la Hermandad del Rocío de Jerez Francisco Gómez, que lo fue en reciente y fructífera etapa, y el actual y flamante Isaac Camacho-. Una reveladora aseveración quedó por entero confirmada: ora por desconocimiento de las nuevas generaciones ora por cierto descuido institucional de la corporación rociera jerezana con respecto a sus más ilustres antecesores ora por una desequilibrada injusticia de desmemoria… la figura de Manuel Valderas Sevilla no ha sido del todo considerada por la historia reciente del rocierismo local ni tampoco por la reivindicación penúltima de los dirigentes de la Hermandad de Jerez. Aunque “Hermanos Mayores como Bocarando o Paco Gómez –al decir de Antonio Valderas- sí han subrayado y dedicado especial cariño a la memoria de nuestro padre”.
La mesa redonda dio para mucho y provocó en el auditorio distintas reacciones: desde la lágrima a punto hasta la sonrisa. El anecdotario definidor, en resumidas cuentas, de un hombre que supo querer a la Virgen sin tapujos, sin cortapisas y sin ningún tipo de rodeos: “Manuel Valderas vivió para entregarse al Rocío”. Al final del acto, y por gentileza de Catering Las Vides, se ofreció un aperitivo y un jerez de honor.
sábado, 28 de enero de 2012
Tributo a la memoria de Manuel Valderas Sevilla: un acto de justicia en el tiempo
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